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Sevilla

Queipo de Llano, crónica de una exhumación anunciada

Una alfombra cubre la zona donde estaba la tumba del “virrey de Andalucía”, aquel al que le atribuyen 45.000 fusilamientos, entre ellos, Blas Infante y Lorca

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  • Las labores se realizaron de madrugada durante cinco horas, sin aviso previo ni publicidad
  • Los restos fueron incinerados en el tanatorio de Alcalá de Guadaíra y entregados a sus familiares
  • La memorialista Paqui Maqueda nombraba a sus familiares ante los aplausos a Queipo de Llano

Los restos del general golpista Gonzalo Queipo de Llano, junto con los de su mujer Genoveva Martí, y los de su mano derecha, el general Francisco Bohórquez ya no están en la Basílica de la Macarena, que intenta retomar la normalidad abriendo sus puertas y cubriendo la zona con una alfombra hasta que concluyan las obras en la zona afectada, las últimas huellas de una exhumación anunciada aunque dilatada en el tiempo.

Una carta del Gobierno respalda con el BOE tras la aprobación de la Ley de la Memoria Democrática iniciaba una exhumación tras el cierre diario de la Basílica, que apenas duró cinco horas, aprovechando la noche y sin anuncios previos ni por parte de la Hermandad de la Macarena, ni del Gobierno ni de los familiares de los exhumados.

No hubo representantes de la Secretaría de la Memoria Histórica, porque no había obligación, y a la que ya este jueves la Hermandad le comunicaba que se había procedido a la exhumación cumpliendo con los requisitos, que se hiciera bajo criterios profesionales de los operarios de una empresa funeraria. La misma Secretaría confirmaba que los restos de los exhumados eran incinerados en el tanatorio de Alcalá de Guadaíra y las cenizas entregadas a sus familiares.

Antes de las doce de la noche salía el coche fúnebre con los restos de Bohórquez, auditor de guerra y responsable de las ejecuciones sumarias ordenadas por Queipo de Llano durante el alzamiento y la contienda militar. El ruido de los taladros en el interior de la Basílica en medio de la noche anunciaba que en breve terminaría la exhumación. A las dos y veinte de la madrugada lo hacía una furgoneta de una funeraria con los del militar y su esposa, con sus familiares aplaudiendo y gritando “Viva Franco” y “Viva Queipo”.

En un lateral de la Basílica, Paqui Maqueda, de la asociación Nuestra Memoria, sola, gritaba “Honor y gloria a las víctimas del franquismo” y pronunciaba los nombres de su bisabuelo, el del hijo de éste asesinado, dos presos-esclavos y el de su abuela “que era macarena y rezaba a la Virgen teniendo que pasar por delante de la tumba” de Queipo de Llano.

“El punto y final a esta historia no lo iba a poner la familia de Queipo. No me parece que sea ahora el momento de ellos, es el momento de las víctimas”, aseguraba horas después. A Queipo, al “virrey de Andalucía” se le atribuyen 45.000 fusilamientos, incluido el de Blas Infante y hasta el de Federico García Lorca, según el hispanista Ian Gibson.

Se cumple así una demanda de las asociaciones memorialistas largamente esperada y también las sucesivas legislaciones que no consiguieron materializar la exhumación, que se ha ido dilatando en el tiempo y generado mucha controversia en la ciudad, pero también en el propio seno de la Hermandad, que, no obstante, mantiene en el interior de la Basílica una placa conmemorativa al que fue su hermano mayor honorífico y que las asociaciones reclamarán su retirada.

La placa conmemorativa que aún se conserva en la Basílica de la Macarena.

Las reacciones

Las reacciones han sido múltiples pero también han vuelto a escenificar el enfrentamiento de esas dos Españas no reconciliadas. Alrededor de la Basílica se mezclaba la satisfacción de aquellos que llevan esperando 71 años a que Queipo de Llano abandone un lugar no sólo público sino también de fervor cofrade y sentimiento obrero, como recordara Rafael Alberti en su Poema de la discordia, con la indignación de algunos que consideran que a los muertos “hay que dejarles descansar”. Pero también ha habido indiferencia frente al cierre de “un capítulo negro” de la historia de la ciudad, como aseguraba el alcalde, Antonio Muñoz, que defendía que era “justa y necesaria, sobre todo para las víctimas”.

“Llevábamos 40 años esperándola, es un asesino que mató a más de 40.000 personas”, contaba un señor a las puertas de la Basílica, mientras una señora que pasaba comentaba que “hay temas más importantes en los que centrarse que en la exhumación de un hombre que lleva mucho tiempo muerto”.

Los familiares de las víctimas asesinadas estaban muy afectadas. Para ellas “se ha hecho justicia”. Las sobrinas de Remedios Martín, víctima del franquismo que se encuentra en la fosa común Pico Reja, han señalado que el dolor de la familia es irreparable, pero que acciones como esta ayudan a que se conozca la historia tan dura que vivieron los sevillanos.

Mientras desde el Gobierno central, el ministro de la Presidencia Félix Bolaños ha celebrado tener “una España más digna”, pero desde el PP, su presidente Alberto Núñez Feijóo ha pedido “dejar a los muertos en paz” y centrarse en solucionar los problemas de los vivos. Ha habido sentimientos “encontrados”, como los de la vicepresidenta Yolanda Díaz, triste “porque ha pasado demasiado tiempo”, y acusaciones como las del líder de Vox, Santiago Abascal, a Pedro Sánchez, de “profanar sepulturas”.  Y muchos que han contestado que “no es cambiar la historia, sino hacer justicia”.

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