El tiempo en: Huelva
Publicidad Ai
Publicidad Ai

Sevilla

Origen de la pluma de oro de la Esperanza Macarena

Todos los Jueves Santos, la Esperanza de la Macarena luce en su saya la pluma de oro que el pueblo de Sevilla le regaló al canónigo Muñoz y Pabón por su defensa de Joselito el Gallo...

Publicidad Ai
Publicidad Ai
Publicidad AiPublicidad AiPublicidad Ai Publicidad Ai
Publicidad Ai Publicidad Ai
  • Macarena con pluma de oro -

Resulta que a propuesta de la familia de José Gómez Ortega, que hizo suya las peticiones recibidas durante el entierro, el Cabildo Catedral accedió a celebrar los funerales por el torero muerto en el templo metropolitano, en la mañana del día 22 de mayo. El hecho produjo malestar en algunos sectores de la alta burguesía y aristocracia sevillanas, que no aceptaron que un torero –y además gitano- tuviera sus funerales en la Catedral, como quedó escrito por la pluma del canónigo Juan Francisco Muñoz y Pabón.

El día 22 de mayo de 1920, en la edición de la tarde, El Correo de Andalucía insertó un largo artículo del canónigo Juan Francisco Muñoz y Pabón defendiendo la celebración de los funerales por Joselito en la Catedral, titulado “Sevilla y nuestro Cabildo Catedral”. Y al día siguiente, otro artículo respondiendo a una señora aristócrata, que tituló “A Ella”.

Del primer artículo citado, reproducimos los siguientes y significativos párrafos: “Por cierto que Joselito no podrá estar quejoso de Sevilla. Sevilla ha hecho por él, como torero, lo que ninguna otra tierra ha hecho con sus héroes de muleta y estoque: no ya sólo ufanarse y enorgullecerse de él, como una de sus glorias más legítimas, sino amarlo en vida y en muerte con ternura realmente maternal”.

Empezando por llamarle “Joselito” a secas, como pudiera llamarle su propia familia en el sagrario del hogar doméstico, y acabando por ungirlo rey de la tauromaquia, concediéndole la primera oreja que en la plaza de la Real Maestranza se había otorgado en el transcurso de los siglos [...] Sevilla quería para la enormidad de la tragedia de su ídolo exequias de canónigo..., de grande de España..., de Ministro de la Corona..., de Príncipe de la Sangre..., de Rey..., de Pontífice. Con lágrimas en los ojos se ha acercado al Cabildo Metropolitano en demanda de ello.

El Cabildo, que tiene el raro acierto de ponerse siempre en la realidad de las cosas, ha accedido a la súplica con su proverbial benignidad y, una vez puestos a hacer unos funerales dignos de Sevilla, ha desplegado toda la asiática pompa de su incomparable liturgia: ¡la gran misa de Eslava y el terno del Viernes Santo! Por cierto que no han faltado títulos de Castilla -asistentes al acto- que han sentido escándalo de que todo un Cabildo Catedral haga exequias por un torero... Pues, ¿qué? ¿No sois vosotros los que aplaudís a los toreros y los jaleáis; los que los aduláis, formándoles corte hasta las mismas gradas del Trono; los que os disputáis sus saludos como una honra; tenéis en más sus autógrafos que los de cualquier intelectual consagrado, y pujáis sus reliquias -a veces las más íntimas- como las de un confesor de Jesucristo? ¡Cualquiera os entiende, piadosísimos varones! Llegáis en vuestra democracia a rendir parias a la memoria del torero muerto, asistiendo a su funeral, y ponéis como chupa de dómine al Cabildo porque es “tan demócrata” que hace sufragios por un fiel que ha pasado a mejor vida en comunión con la Iglesia. ¿O es que va nuestro Cabildo a guardar estos funerales para cuando muera un político, enemigo de Jesucristo y su Iglesia, y venga la Real Cédula de ruego y encargo?

“Ahora, si Joselito no ha sido tan funesto para la nación y para la Iglesia como lo son los políticos -aquí entran también los locales-, nadie tiene la culpa. El pobrecito puede decirse que no ha hecho mal a nadie. ¡Ojalá que de todos los que mueren pueda decirse otro tanto! ¿Será por esto por lo que en los funerales de los políticos no suele haber más que “la música y acá”, y en las honras de Joselito ha estado “toda Sevilla”, empezando por vosotros, los títulos y los grandes, y acabando por los pobres y los humildes? ¿Es que os duele el contraste?... El remedio no está en Roma: merecen ser queridos en vida y llorados en muerte. El pueblo hará lo demás”. [Por estos artículos defendiendo a Joselito, el pueblo sevillano le regaló a Muñoz y Pabón una pluma de oro, la que luce la Esperanza Macarena en su saya].

Pero el rechazo social a Joselito tenía, además, otro motivo: haber patrocinado la plaza de toros Monumental.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN