Las emociones forman parte de nuestra vida. En muchos casos son difíciles de controlar y podemos pasar de la alegría a la tristeza y de una situación negativa a una positiva en poco tiempo. Las emociones se definen como reacciones de nuestro cuerpo a estímulos externos o internos que producen cambios en nuestro estado afectivo. Está controlado por el sistema límbico cerebral, lo que llamaríamos cerebro emocional y relacionado con el aprendizaje. Este aprendizaje determinará la intensidad de la emoción y si después sea o no muy recordada. Las emociones cumplen una serie de características: son momentáneas (tienen un inicio y un fin), de menor duración y de mayor intensidad que los sentimientos, responden a estímulos internos y externos, son reconocibles y no tienen por qué ser aprendidas. Las emociones, aunque lo creamos, no son ni buenas ni malas sino que generan sensaciones placenteras o desagradables en nosotros y las desagradables son necesarias para recordar las consecuencias y evitar en lo posible el mismo error. Los sentimientos son consecuencias de las emociones y a diferencia de éstas, son estables, duran más y tienen menos intensidad, son aprendidas e invitan a la reflexión
Las emociones influyen en el estado de ánimo o el humor de la persona que dependerá también de su situación personal (malestar/bienestar), situación laboral (desempleo, jubilación, desempeño de un trabajo que no le gusta), cansancio, estrés, relaciones afectivas (pareja, amistades o familia), estación del año, etc.. Dentro del cerebro en el sistema límbico de las emociones se libera serotonina, es una hormona que se encarga del bienestar de nuestro cuerpo. Así, niveles bajos de serotonina producen tristeza, falta de energía, problemas de salud mental (ansiedad y depresión), ira, alteraciones en la memoria e incluso regula en parte el comportamiento sexual. La mayoría de los antidepresivos comercializados producen una inhibición de la recaptación de serotonina, para que me entiendan, hay más serotonina en el cerebro y por tanto mejoran las señales y la transmisión entre sus células nerviosas que son las neuronas. Estos medicamentos son con receta médica y no pueden tomarse sin la prescripción de un profesional sanitario cualificado, aún cuando haya resultado beneficioso en otra persona. Igualmente los niveles de serotonina no se alcanzan de inmediato, por lo que sus efectos no se sienten hasta pasado un tiempo de la toma del tratamiento.
Otras sustancias involucradas en las emociones son el cortisol y la adrenalina. El estrés agudo, producido por una situación emocional fuerte e intensa, desencadena un aumento de la liberación de adrenalina y el estrés crónico o más prolongado que el anterior, un aumento en la liberación de cortisol. Niveles bajos de cortisol llevan al cansancio y a un ánimo decaído y niveles altos provocan ansiedad y nerviosismo por estrés prolongado.
Lo ideal es producir un equilibrio emocional y aquí van algunos consejos para conseguirlo: dieta equilibrada (basada en frutas, verduras y antioxidantes, reduciendo las cantidades de azúcar y sal), consumo de alimentos ricos en triptófano (pollo, pavo, atún, nueces, plátano, lácteos, huevos, soja, espinacas, almendras, lentejas), algunos probióticos, realizar ejercicio de forma regular, evitar el aislamiento, tomar el sol con moderación, llevar unas horas de sueño y rutinas nocturna adecuadas, evitar alcohol, drogas y tóxicos, rutinas diarias saludables y en algunos casos, ayuda psicológica adecuada. No obstante siempre que se presente malestar, cambios en el estado de ánimo o alteraciones en nuestro cuerpo o nuestra conducta, es necesario acudir al médico que será quien mejor nos podrá aconsejar y tratar.
Tomemos las emociones como esas sensaciones que llegan y dale espacio a cada emoción que sientas, así nunca vendrán a hacerte daño, sino a liberarte.