La Tomatina transforma este pequeño municipio del interior de Valencia con una auténtica invasión de turistas
La localidad valenciana de Buñol se prepara para la tradicional batalla a tomatazos que celebra cada último miércoles de agosto desde 1945 y almacena ya más de 120 toneladas de tomates que teñirán las calles del centro de la localidad a partir de las 11 horas.
Este singular arsenal partió ayer por la tarde de la cooperativa Citrimed, en La Llosa (Castellón) previamente seleccionado -se retiran los tomates verdes- y "ablandado" para que esté en óptimas condiciones para ser lanzado.
Según ha contado a EFE su responsable, Javier Mechó, se trata de tomates de la variedad pera, que "este año están mejor" y que llevan un mes en cámaras "para que se vayan poniendo blandos", y advierte que "dejan un intenso color rojo en las calles al ser estrujados".
Como en los últimos años, se prevé unos 15.000 participantes de todos los rincones del planeta en esta batalla incruenta que deja auténticos ríos de pulpa de tomate y que despierta los cinco sentidos.
La Tomatina transforma este pequeño municipio del interior de Valencia con una auténtica invasión de turistas, que acuden al "tomate" pero también a la fiesta previa y posterior.
Durante una hora, a partir de las 11, los asistentes a la Tomatina 2023, la segunda edición tras la pandemia, gozarán de una hora de verdadera locura y rememorarán la travesura que cometieron unos jóvenes hace ya casi 80 años, cuyo eco resuena hoy en todo el mundo.
Pero sorprendentemente, tan escandalosa y extrema resulta esta fiesta como rápida y eficaz la limpieza posterior de las calles, un esfuerzo sincronizado en el que colabora todo el municipio y que en pocas horas apenas dejará rastro de lo sucedido.