Sus ministros –en este caso ministras– abandonan el barco, que parece ir a la deriva, antes de que se hunda, y entre los diputados laboristas ha comenzado a circular un mensaje electrónico que reclama su dimisión.
Al anuncio, el pasado martes, de la titular del Interior, Jacqui Smith, de que dejaría el cargo tras las elecciones de este jueves, en las que, según las encuestas, los laboristas sufrirían la humillación de verse superados incluso por el anti-europeo UKIP, se sumó ayer otro en el mismo sentido de su colega para las Comunidades, Hazel Blears.
Al igual que muchos otros políticos de todos los partidos, las dos ministras laboristas se han visto implicadas en el escándalo del abuso del sistema de gastos parlamentarios, del que el propio Blair dijo esta semana que repugnaba a su “conciencia presbiteriana”.
Según algunos medios, Blears estaba especialmente furiosa por el hecho de que Brown no la hubiese defendido sino que incluso hubiese calificado ante las cámaras su comportamiento de “totalmente inaceptable”.
Las dos ministras dimisionarias han chafado al primer ministro su plan de esperar hasta después de las elecciones para anunciar a bombo y platillo un reajuste del gabinete que debería afectar a varios ministerios, entre los que podría también estar el de Asuntos Exteriores.
Pero no sólo Smith y Blears, sino también otros miembros del Gobierno, como el titular de Finanzas, Alistair Darling, y el de Transportes, Geoffrey Hoon, están tocados del ala por el escándalo parlamentario y podrían perder sus cargos actuales tras los comicios de este jueves.
En una tormentosa sesión en los Comunes, el líder de la oposición conservadora, David Cameron, afirmó ayer que el Gobierno se estaba “desmoronando a ojos vista” mientras que el liberal-demócrata Nick Clegg dijo que “el laborismo está acabado”.
Mientras tanto, hasta los medios más afines al laborismo abandonan a Brown, y así The Guardian publicó ayer un editorial demoledor del primer ministro.