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Empeorando lo presente

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“Si hay más de una forma de hacer un trabajo y una de ellas culminara en desastre, alguien lo hará de esa manera”. Esta frase atribuida a Murphy podría ser un buen resumen de la Asamblea de Izquierda Unida celebrada este fin de semana.

Una vez más, como si todavía tuvieran margen para más fracasos, se empeñan en reproducir un enfrentamiento interno retransmitido además a todo el país, a mayor gloria de la tan cacareada democracia interna. A estas alturas, no sé a quiénes pretenden engañar. Todos sabemos que tras las grandilocuentes formas democráticas llevadas al paroxismo en innumerables votaciones del tipo vamos a votar si queremos votar, se esconden rencillas personales, cuotas de poder y disputas difícilmente inteligibles fuera de la organización. Disputas que además suelen dilucidarse en reducidas camarillas. La transparencia, ciertamente, es en principio, una virtud, pero yo diría que pierde bastante cuando lo que se enseña es poco edificante.


Por una vez, podrían haber sido transparentes para amplificar buenas prácticas impulsadas por IU desde la gestión pública allí donde gobierna (sí, ya sé que la culpa es de los medios que no informan bien y que justamente destacaban alguna de las decenas de veces que os tirábais los trastos a la cabeza, ¡mala suerte!). O tal vez, haber sido transparentes para dar un reconocimiento público a las personas que, a pesar de las diferencias que les puedan separar de otros, han hecho un trabajo digno y útil para la sociedad. Claro que esto rompería una tradición largamente cultivada en parte de la izquierda, la de laminar a sus miembros más valiosos. De hecho, durante este tiempo han tenido a un coordinador decente, Gaspar Llamazares, que ha cumplido dignamente su papel y que hubiera obtenido mejores resultados si no fuera porque desde el minuto primero en que fue nombrado se le declaró la guerra dentro de su propia organización.

Lamentablemente para quienes buscan sentirse representados a la izquierda del PSOE, las luchas cainitas parecen no tener fin en Izquierda Unida. Hay como una especie de incapacidad patológica para reconocer los activos y discutir las diferencias sin que el que piensa diferente sea transformado en enemigo.

Han perdido una buena oportunidad para, en lugar de tener un debate endogámico, proyectar una propuesta de futuro sobre los problemas reales. Una oportunidad para sustituir los tics endogámicos por un guiño a esa parte del electorado de izquierdas que no espera que le prometan la luna, tan sólo una respuesta útil, coherente, bien articulada y cohesionada frente al pensamiento conservador. Y lo paradójico, es que en su seno hay personas muy cualificadas capaces de hacerlo. En lugar de eso, IU parece querer convertirse en una fuerza testimonial donde queden concentradas las esencias.

Y lo malo del debate sobre las esencias es que termina pareciéndose a los debates de la Conferencia Episcopal, donde se habla de lo divino y lo humano pero sin tocar suelo, y además con una jerga que sólo entienden ellos. Diría aquello de “allá ellos” si no fuera porque en el fondo nos perjudicamos todos en la medida en que se empobrece la pluralidad política y deja huérfanos de representación a una parte de la izquierda. En fin, lo mismo alguien les hace ver la luz, aunque sea por puro instinto de supervivencia.

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