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¡Cuánta paciencia!

"Nuestras instituciones no gozan de la prontitud, efectividad y servicio que alivien las numerosas necesidades del contribuyente"

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  • Ilustración de Jorkareli. -

El recurrente mundo de la política llena hoy día páginas y páginas de diarios y contenidos televisivos hasta el hartazgo.
Están de moda. Definitivamente se han convertido en el Top - Ten viral de cuantas letras, imágenes y titulares ´pululan´ en las múltiples redes sociales. Las solapas de su perfecta indumentaria lucen una espléndida sonrisa y les da igual vestirse de negro que lucir un impecable azul marino para la ocasión si el protocolo así lo aconseja. La actitud no cambia. Da igual, salgan del juzgado de dar explicaciones ante la investigación judicial, o anuncien que van a bajar los impuestos si, nuevamente, salen elegidos.
Tal pantomima cavernaria de ilustres defraudadores de la moral pública, cuando no de las arcas de todos los españoles - también los hay internacionales -, se suelen vestir de la elegancia que requiere la pasarela del momento. Más infame si cabe, que Valentino o Dolce&Gabbana en tiempos de escasez, ya que los modelos que presentan hasta aquél hartazgo, gozan de un inmovilismo vestido de renovación que no es tal, alimentado de la más oscura e hipócrita mentira respecto al ´tejido´ del que se nutren.
Sus prebendas, silencios administrativos y burocracias dilatadas hasta la eternidad, unidas al mangoneo ´amiguista´, jerarquización del poder, amenazas subyacentes, estructuras piramidales y presunto funcionamiento mafioso (del término se salvarían los honrados - una minoría/mayoría silenciosa), convierte el día a día en un constante  e imparable torrente de simpática aversión hacia lo que representan.
Sin embargo, lejos están de representar fielmente la condición humana, social, moral, económica, profesional y de justicia que requiere una sociedad deseosa de crecer en la verdad, suelen sentirse cómodos y doblemente sonrientes al asegurar, ante Dios si fuera necesario, que siguen siendo impolutos, inocentes y diametralmente opuestos a la corrupción.
Con qué ´jeta´ y desparpajo sonríen. Evadiendo la mirada y asegurando que "no sabían nada", "no tenían conocimiento"...o, "nunca lo hubieran permitido", presidentes y presidentas de comunidades autónomas sumidas en la miseria presupuestaria, económica y social por los despilfarros de manos derechas e izquierdas, personas de confianza, tesoreros, o primeros titulares de Diputaciones y Ayuntamientos, deslizan suavemente su vinculación con el vicio administrativo ante las otras ´jetas´, estas asombradas, las del ciudadano, como si ocultaran en el bolsillo un simple boleto de quiniela con la reserva de que quizá aún...les pueda tocar.
Sí, somos recurrentes también escribiendo una vez más sobre política. Pero el sentimiento que inspira estas palabras, revestido de paciencia, no piensa en estos modelitos de feria, ni en los miles de millones de palabras que gastan en intentar asentar la verdad repitiendo la mentira interesada hasta lo inverosímil. Queremos pensar en quienes sufren la violencia del sistema, en quienes no tienen casa, en quienes no tienen comida, en quienes trabajan en estados de semi-esclavitud....en quienes en definitiva, nunca fueron culpables de los manejos de tanta Europa y de tanta regulación, recortes, crisis y miseria política y administrativa. En quienes, por ejemplo, tienen que pagar diez euros por hacer efectivo el recibo del agua en una entidad bancaria. ¡Qué jeta!
Cuánta paciencia ha de tener el ciudadano para no tirarse al cuello del primero que le tosa en la ventanilla del banco. Cualquier ventanilla podría significar lo mismo. Nuestras instituciones no gozan de la prontitud, efectividad y servicio que alivien las numerosas necesidades del contribuyente. Nuestras Leyes no implementan en muchas ocasiones aquella efectividad. Las obligaciones se anticipan a la gestión y la regulación de los servicios fundamentales sigue siendo una gran asignatura pendiente para aquellos modelos de pasarela.
Todo un entramado de vicisitudes, acompañadas de inmovilismo suelen convertir la esperanza en escepticismo. Cuánta paciencia ha de tener el ciudadano en el estado de carencia primaria o de conciencia de fraude generalizado de nuestros representantes.
Qué poca memoria política solemos tener. No es de extrañar. La mejor forma de alienar el criterio y la capacidad de análisis, suele tener que ver con la preocupación de la natural y necesaria cobertura de las necesidades diarias. Todo un juego de cálculos de la reciente ingeniería social.
Hay un dato comparativo que no deja de llamarnos la atención. Cuando en el viejo continente, ante el éxodo de refugiados, estados centro europeos giran políticamente hacia extremos poco fiables, en nuestro país, curiosamente y desde la base social - que no oficial – se reclama más políticas sociales.
Confiemos en que la paciencia aún llegue hasta conseguir que aquella solapa, no de pana sino de algodón, rebaje el brillo hipócrita para convertirse en franca sonrisa de proximidad.

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