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Los fundamentos de la Blanca Paloma

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Cualquier análisis político este segundo lunes de septiembre, cuando la flamante presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz Pacheco, anuncia hoy mismo a la ejecutiva regional de su partido la composición del nuevo Gobierno, corre el riesgo de convertirse en compendio de especulaciones razonables, filtraciones interesadas y macutazos sin fundamento. Por lo tanto, será cuestión de ceñirse a las evidencias y dejar toda la gloria (o el descrédito) del efecto sorpresa a beneficio de inventario de la nueva era que pretende principiar la recién estrenada lideresa del PSOE-A. La herencia recibida a beneficio de inventario, a tenor de esa misma legislación vigente que tan bien conoce Susana Díaz merced a su dilatado estudio del Derecho, puede ser administrada por el heredero o persona designada al efecto,  al objeto de custodiarla, gestionar los bienes, pagar a los acreedores y, en último extremo, liquidar el patrimonio en caso de que existan cargas insalvables.


Esa enmienda a la totalidad a la política cortesana que amaña prebendas y se distancia del populacho por mera higiene predemocrática, Susana Díaz la vincula a un cambio generacional que le permitirá dejar fuera de su primer Ejecutivo a cuantos huelan a tocino rancio y ERE chamuscado. Ligeros retoques en la estructura (Universidad volverá a Educación, Empleo se desgajará de Economía, Economía y Hacienda podrían fundirse en una sola consejería, Ordenación del Territorio saldría de Agricultura y Medio Ambiente…), once carteras en todo caso, continuidad sin alteraciones de los tres departamentos gobernados por IU y un estilo de gobernar donde prepondere  la transparencia, la horizontalidad, la transversalidad, el centralismo sevillano, Triana y, por descontado, la Blanca Paloma. No es casual, pues, que la católica Díaz Pacheco, en el punto de partida, jure su cargo y se encomiende al Altísimo.


El advenimiento de este otoño inducido, anticipado, poblará el camino de ida entre Jaén y San Telmo de hoja caduca, hojarascagriñanista sobre la que Paco Reyes podrá transitar sin miedo a trampas, cepos o emboscadas. La concordia alcanzada por Susana con los barones territoriales del socialismo andaluz le facilita ahora una transición sin sobresaltos, un voto de confianza, que solo podrá evaluarse plenamente cuando se complete el proceso regenerador, jugando un papel protagonista en la conferencia federal de otoño y,  a continuación, convocando el congreso regional extraordinario que renueve la dirección y sitúe a los capitostes provincianos sin consejería al frente de la sala de máquinas de San Vicente.



Con la salida de Mar de Educación el aparato de Hurtado se sentiría, al tiempo, aliviado y reconocido, aunque Moreno termine de portavoz parlamentaria. Si Micaela no consigue regresar al Consejo de Gobierno, su alternativa plausible se hallaría a corto plazo, por ejemplo, en la presidencia de las Cinco Llagas, que viene ocupando con grandes dosis de pusilanimidad e interinidad el veterano Manuel Gracia. Hasta que Susana asuma también el control del partido,  el presidente saliente, Griñán, y su delfín caído, Mario Jiménez, en ademán de verlas venir, harán de la bicefalia su empleo temporal desde los mullidos escaños del Senado. ¿Se hará Almería, como en tiempos de Martín Soler, con Agricultura? ¿Serán las canas del gaditano Jiménez Barrios y del malagueño Luciano Alonso el grado de veteranía del Ejecutivo Díaz? ¿Se confirmará Verónica Díaz como la mano derecha de la presidenta?


Pero el reyismorecalcitrante anhela en el entorno más cercano e inmediato, asimismo, otro cambio significativo: la Delegación del Gobierno. Pese a que consta la relación antigua, a la vera del Betis, entre Susana Díaz y Pura Gálvez, lo que predestinaría a la alcalaína a seguir, los hombres (y mujeres) de Paco desean reemplazarla por un alcaldable en potencia para la capital, un antagonista de Fernández de Moya que le dé caña ahora como mandamás de la Junta en Jaén y luego le dispute el bastón de mando consistorial. Al estilo, un poner, de Julio Millán o Rafael Valdivielso. Veremos.

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