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Lo que queda del día

La marmota Phil ha muerto

Antes de que disuelvan de nuevo las Cortes, vamos camino de disolver toda esperanza. Ni siquiera nos alivian las metáforas

Antes de que disuelvan de nuevo las Cortes, vamos camino de disolver toda esperanza. Ni siquiera nos alivian las metáforas. Primero fueron el tancredismo taurino y el lampedusiano, y ahora -qué original- le toca a la marmota Phil, que debe haber muerto ya, de tanto usarla; lo siento por los vecinos de Punxsutawney: tendrán que volver a confiar en el hombre del tiempo.  

Las encuestas, que parecen hechas exclusivamente para que Pedro Sánchez las lea a traición en la portada de El País, dicen que la abstención será vergonzosa y que el PP volverá a ganar por mayor diferencia. Eso no es una encuesta, es un spoiler; normal que Snchz tenga cara de haberse enterado del final de El sexto sentido por un vecino bocazas. Y sí, como Bruce Willis, parece ser el último en asumir quién es el cadáver. Ya ni siquiera le compensa el otoño judicial que aguarda a los populares: de Despeñaperros hacia abajo también cunden los tribunales y apuntan a sus siglas.

Lo de José Manuel Soria, que le da un aire a Aznar sin bigote y sin Ana Botella, se ha quedado en fuerte brisa. Al menos, Mariano Rajoy sigue sin despeinarse, ni aunque se pasee por Tarifa un 5 de agosto, que es un día en el que siempre salta el levante. Sus elocuentes silencios, por contra, expresan en toda su quietud el alcance de un desastre bajo control, con su ex ministro y con Rita Barberá, y, también, una realidad evidente: el gobierno sigue en funciones, pero hace tiempo que dejó de tener mayoría absoluta, aunque no alcance a asimilarlo.

En la radio, mientras tanto, una oyente comparte su opinión con la audiencia. Considera que, en materia de corrupción, el tema de los ERE es mucho más grave que todo de lo que se acusa al PP, ya que “en Andalucía se ha utilizado dinero público y en los casos de los sobres del PP lo que hay son empresas privadas dando su dinero al partido”. Ése es el nivel. Después habrá quien se pregunte por qué los electores no penalizan a los grandes partidos por los casos de corrupción, aunque más extraño resulta que nadie lo haga sobre la penalización a los partidos emergentes por sus casos de contradicción, por su tacticismo sibilino.

En realidad, hay otras preguntas más apremiantes. Una de ellas debería permitirnos saber si es posible reunir 741,6 millones de euros de una tacada. De momento, la Fiscalía Anticorrupción ha propuesto que el ex presidente de la Junta, José Antonio Griñán, y otros 17 ex altos cargos, respondan solidariamente con la devolución a la Hacienda pública de esa cantidad, que se corresponde con los créditos concedidos, “sin fiscalización alguna”, para ayudas sociolaborales por parte de la Consejería de Empleo entre 2000 y 2010, ya que entrañan los presuntos delitos de malversación continuada y prevaricación. De momento nadie habla de las empresas que recibieron esos 741,6 millones de euros, como si fuera suficiente con una sola pregunta, pero habrá que hacer más. 

Y puesto que en la provincia arranca el nuevo curso, y salta a la vista que suspendimos en junio, sigue retumbándonos en la cabeza la misma pregunta con la que toca recuperar en septiembre: “¿Qué queremos ser de mayores?”. Es la pregunta clave de una asignatura imprescindible que, como todo lo que suena a trascendental, responde a unas siglas antes que a un nombre, ITI. El problema es que ni siquiera los profesores tienen la respuesta, incapaces aún de pasar de la teoría a la práctica.

Esta próxima semana se reunirán de nuevo para evaluar los avances y establecer las prioridades, que pasan, en principio, por salir en la foto y acaparar protagonismo en el reparto de unos fondos multimillonarios. Todos, no lo dudamos, quieren lo mejor para la provincia: reducir el empleo, apoyar su reindustrialización, diversificar la economía, apostar por la investigación y el desarrollo..., pero también lo mejor para ellos mismos, es decir, perpetuarse en el poder. Tampoco en eso han cambiado mucho las cosas, por mucho que las disfracemos de metáforas para intentar aliviar nuestro sino.

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