El pasado jueves 4 de diciembre tuve la suerte de asistir a una ponencia de Don Juan Carlos Alférez Domínguez en la facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla. La ponencia versaba sobre la figura del abogado generalista y nos invitaba a reflexionar sobre la misma. El ponente, destacó la importancia del conocimiento multidisciplinar, es decir, de ostentar una base jurídica completa quehubiera transitado las áreas jurídicas más importantes, como el derecho civil, derecho público, derecho laboral y derecho penal.
Es incuestionable que a lo largo de la historia la figura del abogado ha ido evolucionando, partiendo desde un prisma genérico donde predominaba el conocimiento horizontal y tendiendo hoy en día a la especialización.
Pero ¿es necesario una base multidisciplinar para llegar a dicha especialización?
Hoy día existen despachos que buscan a abogados jóvenes y altamente preparados en una materia concreta, y con ello no solo me refiero a una de las ramas del derecho, como bien podría ser, Derecho Administrativo, sino una disciplina dentro de la misma, como por ejemplo Urbanismo. Para ello se presupone que el abogado en cuestión habrá destinado su trayectoria profesional a adquirir tales conocimientos, y que cuando se le presente un asunto de esta tipología será capaz de resolverlo de manera rápida y eficaz.
Esta especialización convive en contradicción con otros muchos abogados que han iniciado su vida profesional dedicándose a varios ámbitos jurídicos, aunque posteriormente se inclinen hacia una de esas materias debido a su destreza profesionaly/o a la demanda de asuntos de esa tipología.
¿Qué es más beneficioso para el cliente, un letrado que desde el inicio se ha especializado en una disciplina determinada, o aquel que lo hace tras una andadura jurídica general en diferentes ramas?
Si nos decantamos por la primera opción, y el cliente encarga su asunto a un letrado preparado en una disciplina muy concreta, puede que dicho asunto requiera de otros conocimientos además de aquellos pertenecientes a la especialización del letrado en cuestión, siendo necesario que el caso sea tratado por diferentes letrados, cada uno experto en una materia determinada.
Dicha problemática no tendría cabida en un despacho generalista, pues el letrado que atendiera a ese cliente le podría orientar hacia una dirección exitosa, pudiendo incluso solucionar el asunto él mismo.
La controversia existente es palpable en la sociedad actual, que busca obtener resultados muy rápidos, como es el ejemplo de la especialización, pero a veces se olvida del dicho “despacito y con buena letra”, si un abogado invierte en el conocimiento horizontal, después podrá ejercer la especialidad que elija de manera más completa y profesional.